Ukyoclub

sábado, 5 de septiembre de 2009

El conejo y Taro





Hace mucho, mucho tiempo, vivían un anciano y su nieto Taro en el fondo de una montaña.
Allí también vivía un conejo que pasaba el tiempo cometiendo maldades.
Este en aquellos días tenía una cola muy larga y grande y hacía alarde de ello.
Un día el anciano dijo a Taro: "Voy a trabajar a la montaña y regresaré al atardecer, por eso espérame con la comida lista."
Taro contestó: "Lo haré. Cuídese mucho."
Cuando Taro estaba cocinando, vino el conejo y le dijo: "Taro, Taro, dame un poco de comida por favor."
Taro se quería negar pero no pudo porque era muy amable.
Entonces le dijo al conejo: "Come sólo un poco" y le entregó una olla.
Pero el conejo se comió todo y escapó rápidamente.
Cuando regresó el anciano se quedó desilusionado al oír sobre este asunto.
Esa noche ambos no pudieron comer nada.
Al día siguiente, antes de ir a la montaña, el anciano le dijo a Taro: "Taro, si viene el conejo no le des comida. ¿Está bien?"
Taro contestó: "Está bien."
Al atardecer, cuando Taro estaba cocinando nuevamente, el conejo vino corriendo y gritando: ¡Taro, Taro, tu abuelo se ha desmayado en la montaña!"
Taro se sorprendió y dijo: "¡Dios mío!"
Salió corriendo en dirección de la montaña y en la mitad del camino se encontró con su abuelo, el cual se dirigía de regreso a casa "¡Oh no! ¡Otra vez ese conejo!", dijo Taro.
Cuando regresaron a casa vieron que ya no quedaba nada de comida.
El anciano montó en cólera y dijo: "¡Esto es imperdonable!" y con un hacha en la mano se dirigió a la caza del conejo.
Este al ver al anciano, echó a correr.
El anciano lanzó su hacha contra el conejo y éste trató de evadirlo, sin embargo, el hacha llegó a dar en su larga cola, cortándola.
El conejo estuvo llorando de dolor durante muchos días y sus ojos se pusieron rojos. Desde ese momento, los conejos tienen una cola corta y ojos rojos.
Finalmente, el anciano y Taro pudieron comer con toda tranquilidad.